martes, 3 de febrero de 2009

La recordaba más bonita


Como a algunas mujeres, yo la recordaba más bonita. Veinte años atrás, la conocí en una noche de fiesta. La miré fijamente, para beberme de una sola pasada su color, su perfume, el ruido con que la grabaría en mi mente, sus dimensiones, su mejor ángulo. Y también me exploré con detenimiento, para fijar un registro de lo que pensaba esa noche de marzo o abril, porque tenía claro que de esa primera impresión dependerían mis reacciones futuras, cada vez que alguien pronunciara su nombre.

Era de noche y hacía frío. Tal vez por eso, cuando Paul Rouillon sacó de una bolsa de plástico una botella de ron, todos nos frotamos las manos. Había gente por todos lados, esperando la hora de la celebración en grande. Nosotros veníamos de un pueblito a un cuarto de hora, predestinados para la juerga. En cierto momento, nos separamos en grupos: algunos querían comprar chompas de lana y guantes de alpaca, otros buscaban comida, y otros más querían tomar fotos. Yo me quedé con los que tenían el trago.

Rubén Gorritti hablaba de primas. Creo que por esa temporada trabajaba en una aseguradora y su tema preferido eran las pólizas por accidentes de tránsito. Como soy un tipo silencioso, yo apenas intervenía para decir “¡Salud!” de rato en rato, cuando me tocaba el turno con la botella. En las bancas vecinas, chicos y muchachas armaban su propio alboroto esperando a la procesión, que aparecería en cualquier momento por una de las esquinas.

La recodaba más bonita, es cierto. Para empezar, se me hacía que su catedral era más grande, que había más comercios en las calles laterales y que, en su centro, una pileta enorme dominaba la escena. Volvería a verla de día, de modo que guardé en mi memoria un cielo más celeste, un sol más radiante, un aire más puro. ¿Dónde está la Tarma que yo conocí?, me sigo preguntando hoy, tal como hace dos semanas, la tarde en que caminaba por su plaza de armas con Álvaro y Juan Pablo, en busca de un restaurante.
Tengo mis propias respuestas. Esa noche, hace veinte años, miré a Tarma con otros ojos. Esa noche, los dos llegamos a la cita con nuestras mejores intenciones.

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