
No basta con pregonar por aquí y por allá que la “U” es el cuadro más “copero” del país. La verdad, no debería importar mucho si tal o cual club clasificó más veces a la Libertadores, sino cuánto avanzó cuando le tocó medir fuerzas con otros campeones de América.
En el fútbol, como en cualquier otra actividad humana, toda condición superior tiene que refrendarse con hechos. Por eso, como hincha crema, no me conformo con lo que vi esta noche en el Nuevo Gasómetro de Buenos Aires.
No me conformo, sobre todo, con la actuación de algunos jugadores que no están para vestir la camiseta merengue. Calheira y Perillo, por citar dos de los casos más clamorosos, no tienen talla deportiva para ocupar plazas en Universitario.
En el país hay respeto irrestricto por el derecho al trabajo, pero así como el trabajo dignifica al hombre, el buen rendimiento laboral es una señal de respeto hacia quienes le dan a uno el puesto y la oportunidad de ganarse la vida. A Calheira lo contrataron para que meta goles. Y eso es lo que menos hace en la cancha. A Perillo le pagan para lo mismo.
Las palabras del técnico Juan Reynoso después de la derrota que nos dejó fuera del torneo continental tampoco me satisfacen. Tengo la impresión de que la “U” llegó al partido con San Lorenzo pensando que la mesa estaba servida, y tomando por absolutas las predicciones de algunos comentaristas del medio que saben más de aritmética que de fútbol: “Tendría que ocurrir una catástrofe para que Universitario no clasifique a la siguiente ronda”.
Y la catástrofe ocurrió. Porque el equipo jugó a no perder 4-0. Porque el equipo regaló todo el primer tiempo a un rival que necesitaba reivindicarse con su hinchada. Porque el equipo jugó todas sus cartas a que el Libertad no tropezaría ante San Luis, en Paraguay.
Señores, si somos el cuadro más “copero” del país, entonces es momento de pasar del discurso a la práctica y hacer un buen papel y no un papelón en la Libertadores. Y en ese esfuerzo, todos tenemos nuestra cuota de responsabilidad: los directivos, el plantel, la hinchada.
Una cabeza de chancho para los responsables de esta eliminación. Una cabeza de chancho bien cargada con gripe porcina.