viernes, 10 de abril de 2009

¿Antonella o Los Caribeños?

No tengo nada contra la cumbia norteña, pero no me vuelvas a pedir que baile un “Solo tú” interpretado por Los Caribeños. La verdad es que me alegra que los grupos locales consoliden su trabajo con auditorios repletos de gente y presentaciones a lleno total, pero no me pidas tanto sacrificio.

La vez pasada, en el cumpleaños de tu mamá, hice lo que pude sobre las losetas. Tú sabes que yo no tengo el don de la danza y, encima, si no le encuentro sentido a la letra, me pongo torpe en las vueltitas, los giros y las palmaditas. Peor aún, cuando algunos salvajes se ponen a aplaudirte, gritando “¡Abajo, abajo, abajo!”, me entran unas ganas de carajearte por exponerme a tamaño ridículo.

A veces, cuando pasas en carro frente a una casa donde hay fiesta, consigues ver cómo se contonean las parejas, pero no escuchas la música. ¿Qué es lo que ves, en el fondo? Yo veo gente tratando de relativizar el peso de sus penurias.

Es como esas secuencias de las películas que te retiran el sonido ambiental para ponerte una musiquita que acompaña los pensamientos del personaje. Es un recurso dramático que he visto en más de una ocasión en escenas de guerra, cuando un balazo le perforó el hígado al héroe. Mientras siente que la vida se le escapa con un chorrito de sangre tibia, el tipo sigue observando el combate, pero su mente está en otro lado, recordando sus maldades y sus momentos gratos, pensando en sus hijos y en lo que dejó por hacer.

Por todo eso, me resulta imposible bailarme un “Solo tú” interpretado por Los Caribeños. He leído en Youtube algunos comentarios de gente que sostiene que la versión de los músicos de Guadalupe es mejor que la original, de Matía Bazar.

Como no existe delito de opinión, me abstengo de atizar el debate. Pero para que no queden dudas, pongo a consideración del respetable –así nombran al público los comentaristas de deportes, ¿cierto?— el clip de Antonella Ruggiero cantando el temita en mención, allá por 1977, y la interpretación de los muchachos del norte. Videito manda.




La suerte del principiante


A la edad de seis años, los únicos viajes que tenía en mi cuenta eran dos: el Callao-Chincha en los brazos de mi madre, a los pocos días de mi nacimiento; y el Chincha-Lima, en el Ford Taunus amarillo con techo negro de mi papá, cuando nos mudamos para siempre a la capital.


Años después, mis hermanos y yo tuvimos unas vacaciones cortas en Pacaynigua –no sé si se escribe así, pero el lugar era lindo—, una de las quebradas que bajan del oeste de Ayacucho hacia las pampas de Nasca. Mi mamá fue profesora en esa zona y conservaba algunos parientes y amigos que nos recibieron con todo gusto.


Me acuerdo de estas salidas de infancia por simple comparación. Álvaro y Juan Pablo se han ido con su mamá a Santiago de Chile, a pasar los feriados de Semana Santa con mi hermana Patricia, mi cuñado Josías y mis sobrinos Rodrigo y Ximena.


En el tema de los viajes, a Álvaro le ha tocado la suerte del principiante. Tiene apenas seis años y ya conoce Cajamarca, Ayacucho, Tarma, Chanchamayo, Pichanaki, Huaraz, Yungay, la ciudadela de Caral, San Miguel de Acos, Antioquia, Cruz de Laya, Supe Puerto, el Parque Nacional del Huascarán, Canta y Obrajillo, Santa Rosa de Quives, Licahuasi, la ruta Pachacamac-Cieneguilla por Pampa Flores, la gruta de Huagapo, una parte de Huancavelica, la pampa de la Quinua, Huanta, las cataratas de Boyuz, San Pedro de Cajas, el santuario del Señor de Muruhuay y el complejo Chavín de Huántar; se ha paseado en canoa por el río Perené y ha hecho la vuelta Chucuito-La Punta en bote a motor; conoce Sayán, Huaura y Andahuasi; se ha ido a Churín, conoce el sitio arqueológico de Las Shicras –en plena excavación— y ha subido solito los cerros para conocer los petroglifos de Checcta; ha visto la niebla espesa en la subida a Conococha y en la variante de Pasamayo; sabe lo que es una granizada rumbo al abra de Apacheta y ha tocado la nieve en Ticlio. Hace tres días, por fin, cumplió su sueño de viajar en avión.


Muchos de esos momentos los tiene registrados en fotos, tanto en papel como en soporte electrónico, y muchos otros permanecerán en su memoria solo por un tiempo, hasta que los olvide sin vuelta atrás.


Estoy seguro de que conocer el país, aunque sea por visitas cortas, hará que los dos se sientan orgullosos de su condición de peruanos. Y cuando les toque salir, tendrán como respaldo el saberse herederos de un país hermoso, rico en historia, prometedor en economía, fascinante en cultura y generoso en cariño.

jueves, 9 de abril de 2009

Algunas cuestiones de hecho


1º. ¿Está probado que la amistad no se crea ni se destruye sino que, lo mismo que la materia, sólo se transforma y no se modifica según los estados de ánimo, porque es más intensa que la tentación del olvido y la monotonía de lo cotidiano?
- Si lo está.

2º. ¿Está probado que el cariño y los afectos se cultivan con los detalles y se fortalecen con el paso del tiempo si son recíprocos, y que ni siquiera una ofensa grave por acción o por omisión puede eliminarlos de golpe?
- Sí lo está.

3º. ¿Está probado que los amigos –en el mismo grado que los padres, los hijos y los hermanos—, están de nuestro lado en las buenas y en las malas, para reconfortarnos ante la adversidad y para compartir nuestras alegrías?
- Si lo está.

4º. ¿Está probado que, sin importar las distancias, cada reencuentro con los amigos supera en intensidad al anterior, y que el lugar y la hora son lo de menos, porque lo único que cuenta es comprobar que seguimos unidos?
- Si lo está.

5º. ¿Está probado que aquello que nos une no es solo la nostalgia de los años que nos tocó vivir juntos sino el placer de reconocer que avanzamos, cada a uno a su manera y con sus propias fortalezas, dificultades y debilidades?
- Sí lo está.

6º. ¿Está probado que cada uno de nosotros toma para sí lo mejor de los amigos y que, entonces, conversar en grupo resulta, de alguna manera, la agradable confrontación de uno mismo con lo vivido, lo sufrido y lo aprendido?
- Si lo está.

7º. ¿Está probado que aquello que no se puede decir con palabras se expresa mejor con un abrazo o una sonrisa y que, por lo tanto, la amistad no es más o menos intensa según lo que se diga, sino según lo que se haga?
- Sí lo está.

8º. ¿Está probado que los amigos que se fueron del Perú están igual de cerca, en nuestros corazones, que los que seguimos en esta ciudad y que los recibiremos con los brazos abiertos cada vez que se animen a regresar?
- Sí lo está.