jueves, 2 de julio de 2009

¿Alguien tiene una explicación?

Sé que la India ha conseguido progresos importantes en su industria cinematográfica y que "Bollywood" es un fenómeno indiscutible. Entiendo también que al margen de ese desarrollo y de la configuración de un discurso y una sensibilidad más o menos propios, es imposible controlar la producción cultural marginal, pirata y subterránea. Y por eso, trato de comprender videos como el que encontré mientras husmeaba en Youtube. ¿Alguien tiene una explicación coherente para este "Indian Thriller"? Antes de lanzar tomates y huevos --no estamos frente a Don Genaro--, recuerden que vivimos en un mundo plural y que aspiramos al respeto de la diversidad. A estas alturas, ya no sé quién se burla de quién.


Prensa oficial y libre mercado



El 27 de marzo de 1991, el gobierno de Alberto Fujimori eliminó por decreto los monopolios que diez empresas públicas mantenían en sectores tan diversos como los ferrocarriles, la venta de sal, el comercio de tabaco y la publicidad del Estado. ¿Cuál es la relación entre esta medida de corte liberal y la posterior transformación en el trabajo informativo en los medios de comunicación de propiedad del Estado? La historia del periodismo peruano no ha abordado todavía con profundidad este importante capítulo de cambios y continuidades.

Antes de esta fecha, estos medios no disimulaban su interés por orientar la información a favor del gobierno de turno; y después de 1991 –tras la privatización de la publicidad estatal–, la situación no fue muy diferente. Sin embargo, algo ha cambiado en la forma de hacer periodismo en estos espacios, principalmente en la agencia de noticias y el diario del Estado. El origen de los cambios en el manejo periodístico entre una etapa y otra debería buscarse en el ámbito de los recursos disponibles para costear una actividad tan poco rentable como la difusión de noticias.

Con un monopolio vigente desde los tiempos del gobierno militar que comenzó en 1968, la Agencia de Noticias y Publicidad Andina disponía de una fuente de ingresos importante: las empresas estatales debían contratar sus campañas por medio de Andina, dejando para ésta un margen de ganancias nada despreciable. Si los ingresos más importantes llegaban por el lado de la publicidad, entonces la información quedaba reducida a la condición de actividad secundaria o, en el mejor de los casos, de rubro complementario.

La investigación que estoy por culminar intenta demostrar que esa fue la dinámica de juego en la agencia estatal a lo largo de toda la década de 1980. La primera comprobación de esta realidad se encuentra en un hecho a la vista: si en ese período la agencia del Estado hubiera dependido solamente de sus ingresos por venta de noticias, habría funcionado a pérdida hasta llegar rápidamente a la bancarrota. Eso mismo fue lo que ocurrió tras el final del monopolio de la publicidad estatal.

He presentado un borrador de esta investigación a mis profesores de Comunicación Social en San Marcos, con el fin de obtener la licenciatura por informe profesional. Como parte de los ajustes sugeridos por los docentes informantes, debo revisar cuatro libros que en estos días repaso con deleite: “Comunicación y democracia en el Perú”, “Mito y verdad de los diarios de Lima”, “Historia de la Prensa Peruana” y “La revolución por decreto”. Los tres primeros son del maestro Juan Gargurevich; y el tercero, de Dirk Kruijt.

Pese a que intento abordar el tema periodístico desde su relación con el componente financiero, convengo en aceptar que la información no es un negocio como cualquiera. En el cálculo de su costo y rentabilidad, entran en juego factores más allá del argumento simplemente contable. Y el más importante de ellos es el político.

En los años setenta y ochenta, en la discusión del Nuevo Orden Mundial para la Información y las Comunicaciones, los países no alineados protestaban contra los desequilibrios y desigualdades en el campo de la circulación de las noticias. En esa realidad compleja y en ese argumento atendible se sustentó el discurso sobre la necesidad de que las naciones en vías de desarrollo constituyeran o consolidaran sus propias agencias de noticias.

Pero, como ocurre a menudo, el debate ideológico marcha por una cuerda y la materialización de sus propuestas toma un camino distinto. ¿Había necesidad de un nuevo orden para la información? Probablemente. Pero, ¿era esto carta blanca para hacer un periodismo alejado de criterios básicos como la objetividad y la pluralidad? Que cada uno ensaye sus propias respuestas.

Por cuestiones de orden académico, la manipulación de la prensa por parte de Fujimori y su asesor Vladimiro Montesinos no forma parte de mi investigación, toda vez que los socios del período 1990-2000 centraron su accionar sobre la televisión privada y los “diarios chicha”, comprando y vendiendo líneas editoriales y compromisos de protección con rumas de dinero apiladas en la ya famosa salita con muebles de cuero de la sede del SIN.

Esto no quiere decir, sin embargo, que los medios de propiedad del Estado estuvieron libres de la influencia de la dupla Fujimori-Montesinos. Quizás sea apenas la demostración de que un periodismo que se reclama serio pero que resulta poco atractivo para el gran público, paradójicamente, termina relegado a un segundo plano hasta en el juego sucio de la manipulación informativa.

Integro el equipo periodístico de ambos medios estatales desde hace casi doce años y, por lo tanto, mis opiniones podrían entenderse como posición de parte. Sin embargo, intento que esta investigación constituya un aporte para el análisis de los medios del Estado con espíritu crítico y constructivo.