martes, 13 de octubre de 2009

Un mito que puede llevarnos a la ruina

Por si alguien aún no lo ha notado, en tiempos de libre tránsito de noticias y acceso masivo a las nuevas tecnologías de la información y las comunicaciones, resulta poco menos que una candidez la creencia de que todavía existen diarios con público cautivo.

Gente que conozco de cerca se atrinchera detrás de esa idea confusa, sin mala intención, y proyecta estrategias de supervivencia sobre la base de tal engaño. Han escuchado esa prédica cientos de veces y la repiten como el alumno más memorista y más aplicado.

Quizás no reparan en que, con el control remoto en una mano y el mouse en la otra, no hay en la tierra nada más infiel que el público posmoderno: su meta es la satisfacción, su enemigo es el aburrimiento y su táctica es el cambio, de canal o portal.

El “zapeo” es a la televisión lo que el “webeo” sería a la red. Sin embargo, después de una ronda, el televidente vuelve al programa que captó un poco de su interés, y el internauta regresa a la página anterior si necesita un dato extra.

Con los diarios, en cambio, no hay término medio: si te gusta, lo tomas; si te aburre, lo dejas o te vas directo a las notas faranduleras. El drama se ahonda si da la casualidad de que no publicas sección Espectáculos.

Por eso, el primer mito contra el que debemos dar batalla urgente es ese: “Tenemos mercado cautivo”. Surgió, supongo, de la confianza de manejar un producto diferenciado al que solo se podía acceder comprando el combo completo.

En los años 80, cuando escaseaba la leche, la única forma de conseguir el codiciado tarro de Gloria era comprar también papel higiénico, hojas de afeitar, duraznos en lata, Serena y Kolynos. El bodeguero reinaba a sus anchas y entregaba el “producto estrella” a precio de sangre. Pero eso mismo no se puede hacer con un diario. Y menos ahora que la Internet da tantas facilidades para difundir contenidos.

Peor aun. Con el paso del tiempo, el mito parece haberse convertido en excusa para una carencia de ideas que bloquea el tránsito hacia una renovación que la gente y los estudios de mercado reclaman a gritos.