viernes, 18 de diciembre de 2009

Reflexiones al filo de la medianoche

El mundo está lleno de libros preciosos que nadie lee, advierte el semiólogo italiano Umberto Eco. Lo que ocurre con los diarios es parecido: en todo el planeta, ejércitos de periodistas dedicamos jornadas valiosas a producir información para un público al que consideramos masivo, pero cuyos intereses están cada vez más segmentados y alejados de la parte de realidad sobre la cual se enfocan los reflectores de la prensa.

Con índices de lectoría en picada y resultados de distribución y venta poco atractivos para las agencias que deciden el reparto de la torta publicitaria, los diarios jugamos nuestras últimas cartas al “valor agregado” que sugieren los expertos en mercadeo. Y, así, terminamos vendiendo discos, novelas, recetas de cocina y carros en miniatura. “Usted compra su coleccionable y el periódico le llega de cortesía.”

¿Qué falló con los diarios: el emisor, el mensaje, el receptor? La respuesta sale en paquete. El público cambió para siempre con la irrupción de la televisión. Tarde o temprano, el “homo videns” de Giovanni Sartori será la especie dominante sobre la Tierra; ese ser que lee pero no comprende, que mira pero no piensa, porque terminó por amoldarse a la comodidad de una imagen que no le exige ejercicios de abstracción.

Varió también el mensaje, principalmente en sus formas. En menos de medio siglo, el texto dejó de ser el referente de verdad, para convertirse en vehículo de opinión. El video es la realidad, la palabra es la reflexión. En esa suerte de división natural del trabajo informativo, a la prensa le ha tocado la parte más engorrosa: motivar el pensamiento crítico en un público que no quiere leer, por pereza o por involución.

Lo que no ha cambiado mucho es la visión que tiene el emisor-periodista sobre sí mismo. Muchos de los colegas no terminan de procesar su propia condición de pieza menor en la maquinaria de las noticias. Y siguen pensando que los problemas se resolverán con un poco más de ingenio para crear contenido multimedia, con más fotografía digital y recursos tecnológicos para armar portales algo más vistosos.

Pero aun los escépticos y apocalípticos de la comunicación aceptarían que la convergencia de medios y su potencial pueden dar pistas para superar el estado de coma en que se encuentran muchos diarios. Otra alternativa es el reenfoque de contenidos, proceso en que el periodista Mark Briggs tiene acumulada cierta experiencia. “La siguiente frontera de la comunicación es local”, vaticina el profesor del Knight Center.

Hay tal cantidad de datos circulando en la red que la gente no tiene capacidad ni tiempo para absorber una oferta de esas dimensiones. Y, entonces, el periodismo encuentra una veta para proyectar su labor, sobre la base de referentes locales que le darían sentido y utilidad a sus informaciones. Si hace un año el grito de batalla era el “block to block”; hoy todo hace sospechar que podría ser el “door to door”.

¿Cuál será el desenlace de esta novela? Por lo pronto, más bajas en las filas de los periódicos. En segundo término, más publicaciones electrónicas sin costo para el usuario. Tercero, menos lectores, indudablemente. Y por último, más cursos en línea para aprender periodismo digital. Como si la respuesta a la crisis viniera por el lado del diseño y no desde una más consistente definición de contenidos. Hagan sus apuestas.

Turner, Warwick, Summer

Pendiente para cuando me anime.