
Hace tiempo que no lo escucho, lo cual no significa que él haya dejado de hacer de las suyas. No sé cómo se llama. En realidad, su nombre no viene al caso. Lo que importa es que trabaja como periodista. Vive en Huaral –apenas a una hora de Lima– y es corresponsal de una cadena de radio de alcance nacional.
Una tarde, sintonicé la radio del auto justo cuando el locutor en cabina daba pase al susodicho. “Ah, ya. ¿A quién habrán matado hoy en Huaral, a qué comerciante habrán descuartizado, a qué niño habrán violado, a qué ómnibus habrán asaltado?”, le pregunté a María Ynés. “Porque este tío sólo sabe dar las malas noticias”.
Dicho y hecho. El corresponsal reportó ese día un asalto con asesinato en una farmacia en un barrio equis de su localidad. “¿Te das cuenta? –le dije molesto a María Ynés–. Para este tipo, en su pueblo solo ocurren tragedias.”
No era la primera vez que lo había oído. La verdad es que por varios meses, cada vez que anuncian la ronda regional en esa radio, me he dado tiempo para escuchar el tipo de informaciones que reportan sus corresponsales. Hay de todo, es cierto, pero el que nunca falla es el huaralino: siempre con lo peor, siempre con la basura.
María Ynés no es de contradecirme, aunque yo no tenga razón. Pero esa tarde su aprobación era genuina. Analizamos al vuelo la estructura del despacho: tenía fuentes creíbles, pues citaba a la policía de Huaral; el corresponsal se había dado el trabajo de ir al lugar de los hechos, pues presentó el testimonio de los vecinos, y había sido concreto, pues no demoró más de un minuto. En resumen, la forma periodística era aceptable. Lo que estaba “hasta el queso” era lo que el tipo llevaba en la cabeza.
Probablemente, alguien le dijo –como a nosotros— que las malas noticias para la gente son las buenas noticias para el periodista. Seguramente, alguien le dijo que la sangre y el morbo venden. Y de hecho que alguien lo convenció de que el mejor periodismo se hace en la sección policial.
Lo que posiblemente nadie le dijo es que él, como periodista, tiene una dosis de responsabilidad en la re-construcción mediática de la realidad, y que apilando caca sobre excremento, lo único que consigue es traerse abajo la imagen ya desgastada de su pueblo a una hora de Lima.
No creo que el corresponsal de Huaral sea el culpable de que en su pueblo todos los días maten a alguien. Ocurre en todas partes. Lo que sí creo es que el corresponsal de Huaral podría darse el trabajo de reportar también aquello que marcha bien en su pueblo. ¿O es que no hay ninguna noticia buena en el norte chico?
Llevando el tema un poco más allá, creo también que cada uno de nosotros tiene un poco de "corresponsal huaralino" programado en piloto automático. “¿Cómo estás, hermano?”, le pregunta uno a un amigo que no ve en meses. “¡Jodido, compadre!”, te responden al toque. “¿Y cómo está su hija, señito?”, le busca uno conversación a la vecina. “Allí, hijo, fregada con el embarazo”. Y cosas por el estilo, como si en la vida de algunas personas solo ocurrieran tragedias. ¿Luchar contra el pesimismo es también luchar contra la pobreza?
(La foto en este post la he tomado de Huaralperu.com. Gracias)
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