No sabía muy bien el inglés, pero ella soñaba en otro idioma. Lo leí en uno de sus poemas. Roxana dormía en el micro y la poesía la visitaba de paradero en paradero. Ya estaba cerca al smog de Wilson y la iglesia de Plaza Francia se le hacía Luján; pasaba seguramente por
Ella soñaba en otro idioma, en otro tiempo, en otra frecuencia. Los sueños suelen proyectarse también en blanco y negro, ¿cierto? Si eso me ocurre --como en Cinema Paradiso--, la pitonisa radial asegura que es señal de buena suerte. Me da exactamente lo mismo. Desde hace tres años, sé que la suerte se la hace uno: con actos y perseverancia. “Con cojones y también con buenos amigos”, habría dicho, si estuviésemos cercados por el efecto de doce botellas, si estuviésemos en levitación y en silencio pirata, uno de esos silencios que te asaltan justo cuando hubieras preferido decirlo todo, contarlo todo, admitirlo todo, reconocerlo todo.
(Para ver las fotos de nuestro almuerzo en El Limón: Click en el titular de este post)
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